En 2013, luego de incorporarse al FMI como Director del Departamento del Hemisferio Occidental, Alejandro Werner tuvo una entrevista con Diálogo a Fondo sobre las perspectivas de América Latina. Ahora que está a punto de jubilarse del FMI, nos sentamos con Alejandro para conversar sobre cómo ha evolucionado la relación del FMI con la región en estos últimos 8 años y los aspectos más destacados de su carrera en el FMI.
Diálogo: ¿Cómo ves las perspectivas para el crecimiento de la región y cuáles son los mayores desafíos que enfrenta América Latina y el Caribe?
Werner: Como dijimos durante las Reuniones de Primavera, América Latina se empezó a recuperar de la caída tan importante que sufrió durante el primer trimestre de la pandemia ya durante la segunda mitad del año 2020. Y esa recuperación esperamos que continúe en 2021. Sin embargo, el retraso en las campañas de vacunación ha generado que tal vez la primera mitad del año sea un poquito menos dinámica de lo que pensábamos. Nosotros estábamos esperando que la aceleración de las campañas de vacunación, la fuerte recuperación económica que se está esperando en la economía de Estados Unidos, la recuperación de la economía china y los importantes incrementos de los precios de las materias primas, así como las bajas tasas de interés a nivel internacional, ayudarían a que la recuperación en América Latina en la segunda mitad del año sea bastante fuerte y que termine siendo un buen año para la región, con un crecimiento de entre 4,5% y 5%. Sin embargo, dado que la caída en el año 2020 fue de alrededor de 7%, todavía vamos a estar por debajo del nivel que se tenía antes de la pandemia. Por lo tanto, se van a acumular rezagos en el área social, en el área de pobreza, una situación que ya no era buena en América Latina. El nivel de ingreso per cápita en 2025 probablemente sea similar al que veíamos en 2015, lo que muestra también un problema de agudización de la pobreza, de deterioro en la distribución del ingreso.
Entonces, ¿cuáles son los principales retos? Claramente, enfrentar el tema de crecimiento, porque sin crecimiento económico es difícil establecer un contexto en el cual estos indicadores sociales puedan mejorar de manera importante, pero también claramente un fortalecimiento de las políticas sociales en los ámbitos de salud, de educación y de apoyo al combate a la pobreza para mejorar la situación social del país. Esto va a requerir además que en el ámbito fiscal y financiero se tomen medidas importantes para fortalecer las finanzas públicas: como salimos de la pandemia con niveles de deuda y déficits elevados, en la medida que la economía se vaya normalizando, también habrá que normalizar las finanzas públicas. En este sentido, el reto es construir las bases de un proceso de crecimiento inclusivo más dinámico en América Latina, en un contexto en el cual la polarización social se ha venido incrementando aún antes de la pandemia. Recordamos los movimientos sociales de 2019. Algunos países están viendo rebrotes en 2021 que reflejan circunstancias que hay que corregir en muchos países de la región. Un tema muy importante es la educación. América Latina es una de las regiones del mundo en donde se ha perdido el mayor número de días de clases presenciales. Además, el acceso a la educación remota es bastante desigual dependiendo de los niveles socioeconómicos. Y estas interrupciones de la educación muchas veces tienen efectos permanentes en la vida de los niños y de los jóvenes que están sujetos a estas pérdidas de instrucción. Establecer medidas correctivas que compensen la pérdida en educación en los últimos 14 meses va a ser muy importante para limitar los efectos sobre el crecimiento económico, pero también sobre la distribución del ingreso, la pobreza, etcétera, que estas pérdidas en educación pueden tener en los próximos años.
Diálogo: O sea, mejores perspectivas en el corto plazo, pero muchos desafíos a largo plazo, incluso en el tema de educación. Estuviste casi 9 años liderando el Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI). En este tiempo, el FMI tuvo un rol bastante visible en la región: cambió la relación entre la institución y América Latina y el Caribe, y muchos países recurrieron al FMI para programas de asistencia financiera. ¿Cuáles son los factores que explican el cambio en la relación entre los países de la región y el FMI?
Werner: Yo te diría que es un proceso que tomó al menos dos o tres décadas con respecto a la relación entre América Latina y el FMI. Y en parte tiene que ver con fenómenos que ocurrieron en la región y en parte con la evolución de nuestra institución. Por el lado regional, el movimiento hacia sistemas democráticos ha hecho que las sociedades de América Latina sean sociedades en las cuales hay mucha mayor transparencia, hay mucho más debate sobre las políticas públicas y hay un mayor reconocimiento de las implicaciones de las políticas públicas que diferentes gobiernos están implementando. Por otro lado, el FMI se ha movido a pensar sobre el concepto de estabilización macroeconómica como un concepto más amplio, en el cual no solo es suficiente estabilizar las variables financieras, sino también proteger y mejorar ciertos indicadores sociales, aun durante procesos de estabilidad macrofinanciera. Porque si no, y sobre todo en sociedades democráticas, es muy difícil mantener la estabilidad macroeconómica para llegar con el tiempo a un proceso de crecimiento inclusivo. Eso, desde el punto de vista del FMI, se ha reflejado a través de la protección del gasto social dentro de los programas de estabilización macroeconómica, y también a través de la protección de la infraestructura, sobre todo la infraestructura social, dentro de los programas. Además, se está viendo el concepto de estabilización macroeconómica como un proceso más amplio que incorpora un conjunto de políticas más allá de las estrictamente fiscales, financieras y monetarias.
El FMI también evolucionó en sus herramientas financieras: de solamente tener instrumentos correctivos que ayudan una vez que los problemas se manifiestan, a tener instrumentos preventivos como son nuestras líneas de crédito flexible y la línea de crédito preventiva. Esto cambia la dinámica en la relación con nuestros países miembros, porque es muy diferente ser parte de una estrategia preventiva de manejo de riesgo, que ser el socio que entra después que hay una crisis. Entonces, nuestra actividad se empieza a relacionar con políticas públicas que tienen efectos de largo plazo positivos, de estabilidad en períodos largos, y no solo estar acompañando a los gobiernos durante procesos socialmente muy conflictivos, porque son procesos en los cuales la sociedad tiene que corregir desequilibrios macroeconómicos que se acumularon en el pasado. Cuando uno evalúa el período 2013–2021, diría que hay tres fases. La primera fase es la última etapa del boom de las materias primas, donde América Latina estaba creciendo a tasas importantes y, tanto desde el punto de vista de la balanza de pagos como desde el punto de vista fiscal, los países estaban pasando por situaciones relativamente holgadas. En ese período, trabajamos en términos de programas con algunos países que tenían que resolver problemas y desequilibrios financieros del pasado; ahí se destaca el programa de Jamaica. Después, con la caída en los términos de intercambio, viene una separación de nuestra actividad en aquellos países que construyeron reservas importantes. Vino una caída en el crecimiento económico y dificultades en términos de cómo adecuar las políticas públicas para impulsar el crecimiento, el desarrollo, la continuación, el abatimiento de la pobreza, etcétera, en un contexto de menores recursos. Pero en economías donde esas reservas no se constituyeron y donde el sistema presentaba más rigideces, se presentaron crisis de balanza de pagos, y ahí el FMI apoyó programas de ajuste a la nueva realidad internacional generada por el cambio en los términos de intercambio en la región y nuestro nivel de actividad en la región se incrementó.
Y finalmente, el tema de la pandemia, probablemente el choque económico negativo más importante que hemos visto en la economía mundial casi en un siglo, también con un componente de salud pública y social muy importante. Y en ese contexto, hubo una fase muy importante de apoyo de emergencia. Es importante destacar que el 60% del apoyo financiero que el FMI otorgó durante la pandemia se orientó a América Latina a través de líneas de emergencia, de líneas contingentes y de la extensión de algunos programas, donde se destaca el nuevo programa a Ecuador que se aprobó el año pasado después de la reestructuración de la deuda privada. Y ahora estamos entrando en la etapa de recuperación de la pandemia. Una vez que las campañas de vacunación se aceleren, y en la medida en que los países vayan desarrollando paquetes de políticas para impulsar un crecimiento inclusivo, sostenido y más acelerado, en los casos que sea necesario esperamos poder otorgar el apoyo financiero requerido para que estos programas se puedan implementar, aun en un posible contexto de volatilidad en los mercados financieros internacionales, dada la gran incertidumbre sobre cómo la economía mundial se va a recuperar de la crisis de la COVID-19 y cómo los mercados financieros van a seguir evolucionando en un ámbito también desconocido y donde hay pocas referencias históricas para anticipar los posibles choques de flujos de capitales, etcétera, hacia la región. Y en ese sentido, el apoyo financiero del FMI al diseño de programas de políticas públicas nacionales puede proveer ese grado adicional de seguridad de que, independientemente de los movimientos de los flujos de capitales, los países pueden tener un backstop en el financiamiento del FMI para que la implementación de sus programas no se vea sujeta a esos factores de incertidumbre.
Diálogo: Ahora que te despides del FMI, ¿cuáles son los recuerdos que más te marcaron en estos últimos ocho años y medio?
Werner: Un tema original y de cambio de paradigma fue la evolución del programa en Jamaica, en donde nuestros equipos trabajaron de manera muy estrecha con los dos grandes partidos políticos: cuando hubo un cambio de gobierno en Jamaica, se trabajó de manera muy constructiva con los dos grandes partidos políticos de ese país. Y fue fundamental el rol del sector privado en la generación de ese consenso social alrededor del programa económico, que luego el programa financiero del FMI apoyó. En Jamaica crearon un comité de seguimiento del programa económico, en donde estaban representados los sindicatos, los principales grupos empresariales, el gobierno y la sociedad civil, que se reunía periódicamente para darle seguimiento a la implementación del programa. Creo que esa gobernanza del programa económico en un proceso de crisis de deuda, de crisis de balanza de pagos, etcétera, fue muy útil para la economía de Jamaica. Y fue un ejemplo que nos llamó mucho la atención.
En segundo lugar, es destacable la interacción que tienen nuestros equipos con las autoridades en los países. Yo conocía un poco al FMI del otro lado: de recibir a los equipos en México, tanto en el Banco Central como en la Secretaría de Hacienda. Luego uno llega a Washington y la primera impresión que tiene es el trabajo interno de una institución muy eficiente, muy ordenada, con procesos muy establecidos. Pero cuando uno realmente empieza a acompañar a los equipos, ve la estrecha relación que forman en algunos países y la manera tan efectiva y dinámica con la que trabajan y tratan de resolver ciertos problemas que les presentan las autoridades cuando están de misión y cómo se conectan y cómo les pueden otorgar todo nuestro conocimiento e información, sobre todo desde el punto de vista internacional. ¿Cuáles son las experiencias similares que se implementaron en un grupo de países de nivel de desarrollo similar? ¿Cuáles fueron los problemas? ¿Cuáles fueron los puntos que hubo que corregir? Se ve además cómo esa interacción entre el mayor conocimiento local idiosincrásico que tienen las autoridades por un lado y esta visión de la experiencia internacional sobre temas específicos y el complemento de nuestros expertos temáticos, por ejemplo, en temas impositivos, aduaneros o de regulación bancaria por el otro se complementan para generar un diseño de políticas públicas muy robusto que contribuye a fortalecer el marco de políticas a nivel local. Entonces, a veces no le ponemos atención suficiente a esta dimensión de asesoramiento de trabajo en conjunto y también de asistencia técnica que ofrece el FMI, sobre todo en América Latina donde estamos más acostumbrados a la visión de los grandes programas de la institución. Creo que es un elemento que en América Latina está teniendo un impacto importante y a mí me llamó la atención, y creo que es otra dimensión del trabajo que hace nuestra institución en América Latina que tiene un efecto muy importante.
Esta entrevista es una versión editada del video